jueves, 29 de mayo de 2008

SIERRA EXPORTADORA

A ROSENDO MAQUI
Que «tenía el cuerpo nudoso y cetrino como el Hoque -palo contorsionado y durísimo- porque era un poco vegetal, un poco hombre, un poco piedra» (p. 16).
Que «cuando Porfirio Medrano comentó:

- El rico es siempre el rico y la plata, por más que pese no baja...
Respondió:
- y si la plata baja, es para caer al suelo y que el pobre se tenga que agachar a juntar/a» (p. 115).
y cuando murió «ataron al cadáver los pies y las manos poniendo en medio de ellas un largo palo que los gendarmes cargaron sobre los hombros. El cuerpo magro balanceábase tristemente mientras el lúgubre. Cortejo avanzaba en pos del panteón. Los blancos cabellos se desflecaban hacia el suelo. La faz desencajada colgaba del cuello sorbiendo sombra con los grandes ojos abiertos» (p. 317).
El mundo es ancho y ajeno CIRO ALEGRÍA
SIERRA EXPORTADORA
Empleo, modernidad y justicia en los andes


Desde 1990 el mercado mundial ha iniciado un capítulo de expansión en la producción y el consumo, gracias a la revolución tecnológica de la información y las comunicaciones y el impulso de la ciencia. En esta nueva etapa, el precio de los minerales ha crecido y en algunos casos se ha duplicado relanzando la inversión minera, pero también ha aumentado el comercio de bienes industriales y la exportación de nuevos productos agrícolas.

Comienza así una gran oportunidad para el Perú. Por eso en los últimos 10 años ya se ha producido una gran inversión en la minería y en la exportación de algunos productos agrícolas de la costa, como la alcachofa, la paprika, el pimiento piquillo. las uvas, etc. Y existe más empleo y mejor ingreso, por ejemplo, en los departamentos de Ica y La Libertad.

Sin embargo, como siempre ha ocurrido en nuestra historia. La sierra ha quedado fuera de este nuevo movimiento económico. Así pasó con el guano, el salitre, el algodón, el azúcar, la harina de pescado. todos ellos productos costeros. Y una vez más la sierra podria quedar marginada de este proceso de globalización y de las exportaciones que le darían empleo, tecnología y modernidad. No debe ser así. Esta gran oportunidad también debe ser para la sierra. Ese es el objetivo de este libro y la propuesta que hago al país.

Por encima de los 2500 m.s.n.m. hasta los 4500 m.s.n.m. viven ocho millones de peruanos. De todos ellos, más del 70%, es decir seis millones, subsisten en la mayor pobreza y su ocu­pación fundamental, directa o indirecta, es la agricultura. Pero es una agricultura bloqueada por el minifundio, la falta de agua, los malos caminos, la ausencia de crédito público y privado y de tecnología. Estoy convencido de que, si procesamos y ex­portamos los productos actuales de la sierra o los nuevos pro­ductos que podemos introducir como ha ocurrido en la costa, podremos lograr, en pocos años, un enorme cambio social y económico. Con esta nueva perspectiva, la sierra no es un pro­blema para el Perú sino la solución al desempleo, a la pobreza y a la injusticia en el país.

Porque en la sierra tenemos 2'883.000 hectáreas agrícolas con minifundio y riego anual
por lluvia, pero además tenemos quince mi­llones de hectáreas de pastos naturales. Si en tres años impulsamos nuevos cultivos en la sierra como la alcachofa, la paprika andina, el pimiento piquillo, la arveja china (kolantao), junto a los cultivos que ya existen como la papa, la tara, la lúcuma, la quinua, la kiwicha, el ajo (mejorando sus calidades y productividad) podremos multiplicar por tres o por cuatro veces el ingreso por cada hectárea sembrada y así aumentar el bienestar de las familias campesinas.

Sierra Exportadora es un proyecto social productivo para ata­car la pobreza en sus raíces. Hoy, según las estadísticas oficiales, el Perú tiene 53% de pobreza y dentro de ella 24% de miseria, es decir, peruanos que viven con menos de dos dólares por día en el primer caso o con menos de un dólar en el segundo. Si logramos la reconversión de 150 mil hectáreas a la exportación de los nuevos productos y además logramos que el resto de hectáreas agrícolas (2'700.OOO) produzcan un 10% más e incorporamos, estimulando la participación privada con crédito y fertilizantes, las hectáreas en descanso (551.000) y las no trabajadas (261.000) habremos duplicado el empleo, triplicando o más el ingreso campesino. Y así, el 24% actual de miseria que es fundamentalmente campesino y andino, se habrá reducido al 10%, reduciéndose también la po­breza global de 53% a 35%. Este objetivo seria un avance social y productivo sin precedentes.

Pero para ello se requiere un Estado activo y comprometido en la obra de las carreteras Costa-Sierra, en la electrificación rural y en la. promoción de la agroindustria andina y del crédito agrario hoy casi inexistentes. Y para ello se precisa una Ley de Fomen­to Agropecuario Andino, con un régimen laboral adecuado y un fondo de capital de riesgo aportado por el Estado. El gran motor del desarrollo debe ser, hoy día, la globalización de la sierra, vin­culando sus nuevos productos con el mercado externo y para ello el Estado debe informar, promover y alentar a la empresa privada agroexportadora, capaz de establecer cadenas de comercialización para cumplir ese papel.

Es también una gran ocasión para que la capacidad gerencial, las relaciones gremiales y el conocimiento del mercado mundial con que cuentan las grandes empresas mineras, eléctricas y leche­ras que actúan en la sierra, brinden su orientación al campesinado. Porque es un proyecto nacional.

II. Sierra Exportadora es un proyecto posible

Esto no es un sueño. Ya se está logrando en la costa

La revolución de las exportaciones benefició en los últimos 15 años a países como China y la India. China era un país rural con una geografía árida y seca, en muchos lugares muy parecida a nuestra sierra. Pero la tecnología y el comercio mundial la han transformado. En el año 1990 China exportaba US $ 50,00 por cada habitante, en el año 2005 exporta US $ 600,00 por cada habitante. Y una parte importante de esas exportaciones es de productos agrarios porque en los últimos 20 años China ha cambiado sus semillas, su tecnología y la forma de comerciar su agricultura, planificando los cultivos y redu­ciendo progresivamente los subsidios. Igualmente ha ocurrido con la India y con Chile que exporta por cada habitante $ 2.131 en cobre y en productos agrarios.

Lamentablemente, hasta ahora, el Perú solo ha alcanzado a ex­portar US $ 457,00 por cada habitante y de esa suma solo el 10% corresponde a productos agrarios, porque el Perú recién esta comen­zando su revolución exportadora, es decir recién está aprendiendo a venderle al mercado mundial sus nuevos productos agrícolas.

Ha comenzado un milagroso crecimiento de las exportacio­nes No Tradicionales (los productos que no son minerales, ni harina de pescado, ni azúcar, ni café). Estos productos No Tradi­cionales, que son los productos industriales y los nuevos cultivos han llegado a exportarse por US $ 4.200 millones y su venta se ha duplicado en 4 años. Hoy 3.500 empresas ya exportan a 150 países. La propuesta que presento es la reconversión de 150.000 hectáreas de la sierra a la exportación, con un crédito revolvente real de 102 millones de dólares en cinco años, lo que multiplicaría el ingreso campesino por cada hectárea y permitiría una capacidad de pago de 866 anual por hectárea, y aumentar las exportaciones con empleo por un total de 2'190.000 tonela­das en los cinco años (ver cuadro 12).
Y esto es posible porque las importaciones mundiales de ali­mentos por parte de los países más desarrollados también están en expansión. Propongo analizar brevemente el horizonte comprador actual para ubicar las posibilidades de la sierra. Solo me referiré a los productos más conocidos y susceptibles de ser exportados.

Si tomamos el caso del Japón, veremos que, en 1999, impor­tó un total de 21.000 millones de dólares de productos alimenti­cios del resto del mundo, y casi ninguno de procedencia peruana. Pero de toda esa cantidad, corresponden a las importaciones de papa 256 millones de dólares por 272 mil toneladas ingresadas. En cuanto a la cebolla Japón compró 72 millones de dólares por 262 mil toneladas básicamente importadas de los Estados unidos, siendo que el Perú exporta cebollas a ese país. En vainas y habas, Japón importó en 1999 un total de 45 millones de dó­lares por 24.674 toneladas adquiridas en China (Olaya Morales María Beatriz y Juan Manuel, 2005, pp. 241 y siguientes).

Si añadimos a estas cifras la estadística de importaciones hechas por los Estados Unidos y por Europa veremos el enorme horizonte que existe para los productos de la sierra. Solamente en frutas, Es­tados Unidos importó 3.980 millones de dólares en 1999, de ellos 143 millones en mango, 120 millones en piña. Pero lo importante es que en hortalizas, importó 89 millones de papa (418 mil to­neladas de papa semilla, papa Nesoi, Russet, Netted y Amarilla), compradas fundamentalmente en el Canadá y Ecuador.

Además, Estados Unidos compró 142 millones en cebolla (261 mil toneladas) de México, Canadá y Perú, 45 millones en ajo (43.372 toneladas) de Argentina, México y Chile.

Y si a ello sumamos que la Unión Europea, en 1999 y 2000, importo papa por valor de 933 y 700 millones respectivamente (3'978.000 y 4'577.000 toneladas) y cebolla por 270 y 244 mi­llones (805 mil y 926 mil toneladas) comprobaremos el enorme potencial de colocación de las exportaciones más importantes.

Así, contabilizando esas cifras tenemos que solo en 1999, Ja­pón, EEUU y la Unión Europea importaron papa por valor de 1.044 millones de dólares (4'668.000 toneladas) y cebolla por 458 millones (1.449 toneladas). Pero además, ajos por más de 100 millones, green soy habas por 120 millones, habas por casi 80 millones, etc. Y si a ello sumamos los nuevos consumos e im­portaciones crecientes de paprika y pimiento piquillo orientados fundamentalmente a España, comprobaremos la potencialidad de nuestra Sierra Exportadora, que con mejor calidad y mayor pro­ducción podría desplazar progresivamente del mercado a algunos países como México, Argentina, Filipinas, Canadá y otros.


III. La costa ya exporta su nueva agricultura

Sin considerar al algodón ni al azúcar, los nuevos productos de la cos­ta que son los espárragos, la paprika, el mango, el pimiento piquillo, las uvas, las paltas, etc., han alcanzado a exportarse por $ 1.200 millones anuales, mejorando el ingreso de los pequeños y medianos agricultores y también impulsando la inversión de grandes empresas agroindustriales que ya dan trabajo a cientos de miles de campesinos. Desde fines del 2003 hasta junio del 2005 el empleo ha crecido 25% en lea, 12% en Piura, 9% en Chincha, 8% en Pisco y 6% en Trujillo. Durante el primer semestre del 2005 exportamos US $ 79 millones en espárragos, 43 en mango, 22 en alcachofas, 50 en paprika, 32 en pimiento piquillo.

Estamos conquistando el mercado norteamericano. Durante el invierno en ese país, de cada 100 espárragos que compra del exte­rior, 63 son peruanos, de cada 100 alcachofas, 21 son peruanas, de cada 100 mangos, 49 se producen en nuestra costa.

Todo esto es reciente. Hace unos años, lo que hoy es la irriga­ción de Chavimochic era un desierto arenoso, las pampas de lea también. Ahora venden por cientos de millones de dólares y dan empleo a decenas de miles. Son un ejemplo de agricultura moder­na, de empleo y de exportación.


IV. Ahora es el momento de la Sierra Exportadora

Uno de los más grandes problemas históricos de nuestra patria es que, con excepción de las minas, todos los productos de gran exportación han sido costeros. El guano, el salitre, el algodón, el azúcar, la harina de pescado. Se dejó a la agricultura de la sierra el papel de producir para el autoconsumo de los campesinos o de producir tubérculos baratos para las ciudades de la costa, afirmando que la sierra es un obstáculo para el desarrollo del país. Por eso, en el año 2003, solo el 3% de las exporta­ciones agrícolas a los Estados Unidos provino de la sierra, en tanto que el 61% tuvo por origen la costa (Zegarra Méndez, 2005).

Siempre se ha dicho que el retraso de la sierra y su falta de conexión con el mundo se deben a que la sierra no tiene ríos con agua permanente sino solo unos meses de lluvia. Se ha dicho que las grandes distancias y los malos caminos le impiden vender sus productos con ganancia. Se ha dicho que como en la sierra hay minifundio, es decir parcelas de una hectárea, de media hectárea o de un topo, cada campesino no tiene posibilidades de producir ni educación para hacerlo. Según los que afirman esas tres cosas no hay posibilidades para la sierra.

Respondemos que todo eso es cierto, pero solo en las actuales condiciones. Sin embargo, dejará de tener validez absoluta en la perspectiva de la Sierra Exportadora.

1. Respondemos que el tema del cultivo con lluvia no es un obstáculo porque la misma
hectárea sembrada con paprika o con arvejas y regada por la misma cantidad de
lluvia anual le daría tres o cinco veces más ingresos al propietario, que esa hectárea
sembrada de papas o de ocas de autoconsumo. Además, debemos tener en cuenta
que en la sierra también hay tierra irrigada y tanta como la que existe en la costa. La
apariencia engaña.

La sierra tiene 2'883.000 hectáreas agrícolas, de las que 2'470.000 son de labranza; es decir, que se roturan todos los años. Pues bien, de esas tierras, el 28%, es decir, 814.000 hectáreas son tierras irrigadas donde, en principio, preferirían instalarse las empresas agro exportadoras. Pero además, hay 2 millones de hectáreas de secano, es decir, de cultivo con lluvia. Con esa inmensa extensión la sierra aporta el 54% de todos los alimentos que consume el Perú y además alberga el 80% de las cabezas de ganado de todo tipo que tiene el país ¿Quién dijo que en la sierra no hay tierra?

Además, debemos agregar que, de las 2'883.000 hectáreas hay 551 mil en descanso por siete años y 261 mil no trabajadas por falta de semillas y créditos. Y si con lo que actualmente se siembra, la sierra aporta el 65% de la superficie cosechada de los 35 productos más requeridos por la mesa nacional (Caba­llero y Flores, p. 117). ¿Cuánto más podría aportar haciendo trabajar intensamente el íntegro de sus tierras?, y ¿cuánto podría exportarse con más ganancia de toda esa mayor producción si se estimula su procesamiento industrial, de manera que la mayor producción no deprima los precios internos?

2. Al argumento que la gran distancia y los malos caminos im­piden la producción, respondamos que eso solo es verdad si se comercian productos de poco valor y de alto peso como la papa corriente, pero que si esos, mismos productos se procesaran con máquinas y en plantas envasadoras como pulpa, como frutos se­cos o como pastas, tendrían un valor de mercado mucho mayor, el cual, a pesar de los malos caminos, permitiría su circulación y su exportación, lo que podría lograrse también con una ley que exonere de todo impuesto y arancel a cualquier máquina agroindustrial que se instale por encima de los 2 500 metros de altitud y prosiguiendo además la electrificación rural.

Es cierto que hoy, solo el 19,2% de las Unidades Agrícolas obtie­nen de los productos de la tierra recursos suficientes para el man­tenimiento del hogar y para el mantenimiento de la producción agraria (Caballero y Flores p. 65), y por ello tienen que comple­mentar sus ingresos como jornaleros, artesanos, comerciantes o con productos derivados (queso, mantequilla, chuño, etc.).

Ello se debe también a que las condiciones técnicas son aún coloniales o precolombinas. Existe una gran cantidad de hectá­reas labradas con Chakitajlla y según el Censo Nacional Agro­pecuario de 1994, existían aún 864 mil arados de palo y solo 27.000 de hierro, siendo que estos últimos garantizan mejores condiciones de profundidad y necesitan un menor número de pasadas. En esas condiciones, es obvio que la producción rudi­mentaria de papas, de ocas o de ollucos, por su alto contenido de líquidos, hace imposible el transporte, máxime por la mala condición de las trochas y carreteras.

Pero el argumento pierde validez si se transporta puré de papa u hojuelas de papa o de trigo envasadas, pasta de tomate de árbol, frutos desecados o ají paprika y corazones de alcachofa, pues el mismo medio de transporte, un camión, puede trasla­dar un valor diez veces superior al de los costales de papa. Por ello proponemos al final del texto la dación de una Ley de la Agroindustria Andina por la que las máquinas que se instalen a más de
2500 metros de altitud, estén totalmente exoneradas de aranceles, de impuestos y gocen además de una doble de­ducción tributaria, de la misma manera que el riego por goteo en la costa debería tener.

3. Y al tercer argumento según el cual el minifundio es el mayor obstáculo, respondo que solo lo es cuando el producto sem­brado no tiene valor como ahora ocurre. En Japón y Corea el tamaño de las parcelas fue similar. En China, inclusive, hay menos tierra por persona en el interior. Pero si el crédito con­cedido por el agroexportador, o en su defecto por el Banco Agrario, se da a condición de que los campesinos se asocien con un solo producto y con una sola tecnología, y se promueva para los minifundistas una cadena comercializadora de expor­tación.

Pero además, el tema del minifundio ha sido repetido sin te­ner en cuenta los datos reales. Existen 1'204.000 Unidades Agrícolas conducidas por más de un millón de personas natu­rales y el 71% de todas las parcelas o unidades Agrícolas son propias. Es verdad que en la base de la propiedad hay 600 mil Unidades de menos de dos hectáreas (cada una constituida por una o dos parcelas a veces alejadas). Pero en segundo lugar, y esto es lo importante, existen otras 468 mil Unidades que tie­nen entre dos y diez hectáreas. Estas últimas tienen un tamaño promedio de 4,7 hectáreas y son las menos parceladas; es de­cir, que están más integradas en su superficie (Censo Nacional Agropecuario, 1994).

Esto significa que tenemos 1'950.000 hectáreas distribuidas en propiedades de 2 a 10 hectáreas y además 135 mil unidades con más de 10 hectáreas. Y esa extensión sí haría posible el ma­nejo técnico, la reconversión y la posibilidad de constituir cadenas productivas y de exportación. Es en este sector en el cual debe­ría comenzar la reconversión. Pero además el Estado mediante un Fondo de Consolidación de la Propiedad podría financiar a los campesinos la compra de parcelas aledañas para dar mayor exten­sión y mejorar la pendiente de sus tierras, acercándolas también a las fuentes de agua.

En resumen, para cultivos de mayor valor hay tierras irrigadas en buena cantidad, la distancia versus el mejor precio deja de ser el gran obstáculo y los cinco meses de lluvias pueden ser suficientes para producir cultivos modernos. Tomemos por ejemplo el es­tudio hecho por la Gerencia Regional de Desarrollo Económico del Gobierno Regional de Cajamarca, sobre el ají paprika que se está introduciendo en el Valle de Condebamba. De acuerdo a sus conclusiones, para un ciclo de producción de 200 días en la sie­rra y considerando una producción de 4.000 kg/ha. de producto seco a 5,10 soles de precio de venta, deducido el costo de 9.180 soles deja una utilidad de 11.220 soles, es decir, una rentabilidad de 122%, cifras inimaginables para la producción de papas o de ocas de autoconsumo.

Igual conclusión puede obtenerse del estudio hecho por la misma institución para el cultivo de alcachofa, que arroja una utilidad de 2.270 dólares por hectárea y una rentabilidad de 61%.

Con una producción exportable y con nuevos productos, habrá más ingresos y más ahorro en zonas como Chota, Cutervo, Huamachuco, Valle del Mantaro, Huariaca, Andahuaylas, Huanta, Chumbivilcas, Puno.

Y además, un campesino con mayores ingresos fortalecerá la ga­nadería bovina o de vacunos que es su ingreso complementario y a la cual hay que dar impulso con programas sanitarios, tras­plantes de embriones, bancos de semen, educación en el uso del ensilado, crédito y un Fondo de capital-semilla para promover la inversión en acopio y procesamiento, que permitirá mejorar el precio de la fibra de alpaca, beneficio que iría directamente a las familias más pobres de la sierra sur.

¡Basta de prejuicios y obstáculos contra la agricultura moderna en la sierra! La sierra no es un problema, la sierra es la solución de muchos de los problemas nacionales.


V. Conocer la sierra y su importancia social para comprender su destino exportador

En la sierra están situados los 8 departamentos más deprimidos de nuestro país: Cusco, Puno, Amazonas, Cajamarca, Huánuco, Ayacucho, Huancavelica y Apurímac. En ellos hay una población de ocho millones de peruanos, pero los datos sociales son dramáticos: el 71% de sus habitantes viven en la pobreza y el 44% en la miseria. Son de­partamentos que, a pesar de los proyectos mineros existentes, siguen dependiendo económicamente de la agricultura, la cual proporciona en ellos el 60% del empleo.

Porque si la agricultura nacional aporta solamente del 10% del Pro­ducto Bruto, ofrece el 34% del empleo nacional, pero ese porcentaje, como acabamos de ver, casi se duplica en la sierra.

Sin embargo, de las 5'477.000 hectáreas agrícolas que tiene el Perú, la sierra tiene 2'833.000 y con ellas aporta 4'863.000 tone­ladas de alimentos de las 8'921.000 toneladas que produce el país, es decir el 54% del aporte alimenticio. La sierra aporta el 33% de los cereales que consume el país, el 47% de las hortalizas (ajos y cebollas), el 74.4% de las leguminosas (frijoles, habas, arvejas), el 71% de los tubérculos y raíces (papas, ocas y ollucos).

Y todo ello lo produce, sin créditos, sin industria, sin electricidad, sin caminos y usando aún la chakitajlla o el arado de palo, pues el 66,2% de las unidades agrícolas usan fuerza animal y una gran proporción de las restantes fuerza humana. Y con una técnica de cultivo que mantiene 551 mil hectáreas en descanso y 261 mil hectáreas no trabajadas por falta de semillas, de fertilizantes, de crédito y de rentabilidad.

Ahora bien, si comparamos la sierra con la costa veremos que a pesar de sus muy difíciles condiciones, la sierra demuestra una enorme capacidad productiva. En la costa se han hecho las más grandes inversiones de infraestructura: la carretera Panamericana, las carreteras longitudinales. El per cápita de inversión en electri­cidad, educación, salud e infraestructura costera es seguramente diez veces superior al promedio serrano. Para la agricultura cos­tera se han hecho los megaproyectos de Chira Piura, Tinajones, Chavimochic, Jequetepeque-Zaña, Majes y otros, con una inver­sión actualizada de 10 mil millones de dólares aproximadamente.

La costa tiene términos comparativos de distancia, puertos, ae­ropuertos y mercados de consumo conectados como la Gran Lima y el gran bloque norteño de Chimbote, Trujillo, Chiclayo y Piura.

Sin embargo, a pesar de todas esas ventajas, la costa solo pro­duce el 40% de los alimentos nacionales en tanto que la sierra produce el 54%. Y si la costa ha comenzado a exportar, por qué no podría hacerlo prontamente la sierra, cuyas condiciones de luminosidad la favorecen y donde el incremento de la extensión agrícola podría hacerse con menos inversión y mayor velocidad. Por ejemplo, el proyecto de irrigación más rentable por ser des­tinado a la exportación es Chavimochic y en su mejor momento deberá brindar 42.000 nuevas hectáreas y 92.000 hectáreas de mejor irrigación. Si comparamos eso a las 520 mil hectáreas ac­tualmente en descanso en la sierra, que con un crédito de algunos cientos de dólares por hectárea en fertilizantes y semillas podrían multiplicar su producción, concluiremos que la sierra es una gran reserva de producción y empleo.